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Calle de las brujas. Lugar de reunión, por la noche se cerraba con verjas para que no pasaran viandantes. Iván Arlandis

Recuerdo de la Valencia siniestra

Calles sangrientas. El callejero está lleno de lugares donde se colocaron hogueras de la Inquisición, horcas para ejecuciones sumarias y se reunían brujas

Paco Moreno

Valencia

Jueves, 2 de junio 2022, 00:41

Valencia es la tierra de la luz y las flores, pero toda moneda tiene su reverso y la historia de la ciudad y sus calles está formada también por relatos tenebrosos, sangrientos y que en ocasiones obligan a una reflexión sobre la condición humana. Relatos de brujas ... , la sombra de la horca y el aroma de las cenizas en el aire de las hogueras prendidas por la Inquisición son sólo algunos ejemplos de lo que se esconde entre las sombras de la urbe.

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César Guardeño, propietario de la empresa turística CaminArt (www.caminart.es), sabe de lo que habla porque ha guiado a cientos de turistas por los callejones del centro histórico. Caminos negros, mágicos y sobrenaturales, que durante el día son animadas vías con tiendas y bares abiertos. Pero sólo hay que rascar un poco la superficie de las historias para llegar a lo tenebroso. Son algunas de las rutas nocturnas que ofrecen para conocer la otra cara.

¿De dónde salen las historias? Guardeño señala que uno de los manuales de referencia es la 'Crònica del capellà del Magnànim', de Melcior Miralles, coetáneo del monarca y narrador de todo lo que acontecía en la Valencia medieval en el siglo XV, tanto si era testigo directo como si no. «Son más bien anotaciones, sin mucho orden, por lo que hay que ser concienzudo para descubrir los mejores relatos que sirven para contar luego en las visitas guiadas», indica.

Otras en cambio están sacadas directamente de los libros de historia y los monumentos que subsisten. Ejemplo de ello es la peste negra o bubónica (1647-1648), una epidemia que azotó con fuerza la ciudad de Valencia, dejando tras de sí entre 18.000 y 20.000 muertos, muchos de los cuales fueron atendidos en el antiguo Hospital General de Valencia, en la actual calle Guillem de Castro y donde permanece una de las portadas del viejo inmueble, reutilizada como un acceso del jardín, además de otra que sirve de antesala a la Biblioteca Pública.

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1.- La horca. La bulliciosa y comercial plaza del Mercado acogió hasta el siglo XIX las ejecuciones públicas. | 2.- Hoguera de la Inquisición. Las torturas y muertes más crueles se practicaban junto a la Catedral. | 3.- La peste negra. Restos del antiguo Hospital General, donde trataron a los enfermos de la plaga. IVÁN ARLANDIS

El libro «Memoria de los sucessos particulares de Valencia y su Reyno en los años mil seiscientos quarenta y siete y quarenta y ocho, tiempo de peste», publicado por el padre dominico Francesc Gavaldà, sirve de crónica que recoge los detalles de esta terrible pandemia. El propio arzobispo de la ciudad, Fray Isidoro Aliaga, conjuntamente con otros tantos religiosos de órdenes mendicantes, fueron víctimas de esta terrible peste.

Otros episodios siniestros se deben a la mano del hombre. Es el caso de la horca de la plaza del Mercado, plaza por excelencia y lugar donde acudían los valencianos, desde la Edad Media hasta el primer tercio del siglo XIX, para ver ajusticiar a los reos condenados a la pena capital.

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Los ajusticiamientos eran eventos muy importantes, señala Guardeño, y contaban con una escenificación muy cuidada en la que no faltaban los detalles. Tanto es así que daban trabajo a muchas personas de diferentes gremios. Carpinteros, sogueros, verdugos (nuestro Morro de Vaques) o la figura del Trompeta, que anunciaba la muerte por las plazas y las calles de la ciudad para que todos se enteraran de las inminentes ejecuciones que se iban a llevar a cabo, eran algunos de los profesionales que participaban en uno de los eventos más populares. 'La pena de muerte como espectáculo de masas', tal y como señala el historiador valenciano Vicente Adelantado.

También tiene su sorpresa pisar donde se colocaba la hoguera de la Santa Inquisición. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición colocaba su lugar de ajusticiamiento a unos metros de la Puerta de los Apóstoles, en la Catedral. Azote de los judíos, sodomitas, infieles y herejes desde 1478, cuando los Reyes Católicos la fundan para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. Llegada a Valencia a finales de 1481, fue la peor pesadilla de los judíos conversos a partir de 1492. Familias como la del médico valenciano Lluis Alcanyis (1440-1506) y su segunda esposa, Elionor Esparza (1452-1505), fueron víctimas de una persecución sanguinaria que terminó con sus vidas delante de la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, quemados vivos públicamente.

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La familia del ilustre humanista valenciano Joan Lluís Vives i March, también fue víctima de esta atroz y despiadada persecución que terminó con la vida de su primo, su tía, su abuelo, su hermana pequeña y su padre. Hasta tal punto llegó el ensañamiento, que la Inquisición incoó un proceso contra su difunta madre, Blanquina March (1473-1508), 20 años después de su muerte, dictando sentencia el 1 de enero de 1530, condenándola por herejía, desenterrando sus restos y quemándola en efigie.

Las brujas, visionarias, adivinadoras y fetilleres, mujeres que, con cierta parafernalia, ponían en práctica sus conocimientos botánicos, preparaban ungüentos y medicinas, fabricaban pócimas de amor, tenían visiones y adivinaban aquello que les preguntaban las personas que se acercaban a ellas buscando la fortuna, la salud y la felicidad.

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Algunas de estas mujeres se reunirían o vivirían en la calle que hoy conocemos como Angosta o Estret del Almudín. Una calle estrecha y oscura que se sitúa en una de las fachadas laterales del Almudín y que era conocida como carrer de les Bruixes.

El escritor valenciano Constantí Llombart habló de ella para señalar que hasta 1862, ambos accesos a esta calle, de un lado y otro, estaban cerrados con puertas de reja, los cuales impedían el paso al público de noche excepto a sus inquilinos, estando abiertas el resto del día. Igual los viandantes ni sabían lo que ocurría al caer la noche.

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