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Vicente Blasco Ibáñez descansa en un nicho común del Cementerio General de Valencia. Cerca de su actual ubicación se encontraba el lugar querido para que permaneciera eternamente el escritor valenciano más ilustre. Javier Goerlich, amigo de Ibáñez, diseñó un mausoleo de enormes dimensiones para que allí se instalara el sarcófago creado por Mariano Benlliure. El proyecto quedó en el olvido por el estallido de la guerra y por posteriores cuestiones políticas. De haberse formalizado el sueño de Javier Goerlich hoy Valencia contaría con un lugar de culto a su escritor universal, al no construirse pasó a formar parte de la decena de proyectos que se encuentran en la Valencia imaginada como las diferentes ubicaciones ideadas para la plaza de Toros, las 5 grandes avenidas inacabadas desde la plaza de la Reina, la gran ampliación de la Basílica de la Virgen de los Desamparados, el proyecto de construir el aeropuerto de Valencia sobre la Albufera, la zona más codiciada del antiguo cap i casal, los parques de atracciones internacionales que estuvieron cerca de ser valencianos o los rascacielos que se proyectaron en la ciudad.
Blasco Ibáñez no ha tenido una muerte tranquila. Tras su fallecimiento en la ciudad francesa de Menton en 1928, tardó 5 años en poder llegar a su Valencia natal. En 1921, durante una visita a la ciudad, expresó su deseo de que sus restos mortales descansaran en la tierra que le vio nacer. El 29 de octubre de 1933 miles de personas salieron a las calles de Valencia para dar a Blasco Ibáñez el recibimiento que merecía. Portado a hombros, sus restos mortales acabaron en un nicho común con carácter provisional en el Cementerio General de Valencia.
Ese mismo año, el propio Ayuntamiento de Valencia encarga al ilustre arquitecto valenciano Javier Goerlich el diseño de un lugar para los restos mortales del escritor a la altura de la dimensión social que merecía el también político. Goerlich, amigo personal de Vicente Blasco Ibáñez, ideó diferentes diseños para un monumento que debía incluir el sarcófago que en 1935 se encargó a otro amigo del escritor, a Mariano Benlliure.
Benlliure acabó su trabajo en apenas dos meses. Hoy en día el sarcófago en el que debería descansar Vicente Blasco Ibáñez se encuentra en el Museo San Pío V, en la conocida sala Sorolla, tras permanecer durante varias décadas en el Convento del Carmen de la ciudad de Valencia. Allí se puede contemplar esta obra cargada en detalles para una auténtica personalidad social y política valenciana. Por lo que respecta al trabajo de Javier Goerlich, sólo los documentos de la época sirven de referencia.
El proyecto del mausoleo para Vicente Blasco Ibáñez se vería afectado de forma directa por el inicio de la guerra civil y la posterior llegada al poder de Francisco Franco. En 1939 la idea del mausoleo a Blasco Ibáñez se esfumó.
Actualmente este monumento funerario en honor al escritor estaría situado, más o menos, en la ubicación del crematorio municipal. Una zona externa al cementerio general y que consistía en un jardín de formas geométricas, con una gran verja de hierro y un acceso grandioso, con dos altas columnas. Un lugar de plantas y paz para el escritor. Casi en el centro de la extensión, según se puede comprobar en los planos existentes y difundidos por parte de la Fundación Goerlich y también expuestos en la exposición del arquitecto en el Ayuntamiento de Valencia, los restos de Blasco Ibáñez estarían en un pequeño edificio semienterrado.
Las escaleras serían el aspecto más llamativo de la obra. Al edificio se accedería y los escalones llevarían a un pequeño balcón en el que ya se podría haber contemplar el sarcófago de Benlliure desde las alturas, recordando a la situación en la que se encuentra el monumento funerario de Napoleón Bonaparte en Los Inválidos de París, en el que hay que inclinar la cabeza para observarlo desde las alturas.
Otras escaleras, según los planes, permitirían acercarse al sarcófago que obró en solo dos meses el valenciano Mariano Benlliure. Un lucernario permitiría el acceso de la luz exterior al monumento a Blasco Ibáñez. La idea es que una luz cenital iluminara el lugar en el que descansaría de forma eterna los restos del autor de tantas y tantas novelas valencianas.
La guerra civil y los posteriores acontecimientos políticos impidieron que Valencia honrará con los honores que tenía previsto a Vicente Blasco Ibáñez. Es por ello que el escritor llegó a un nicho provisional en 1933 y ahí sigue. En octubre de 2018 el Ayuntamiento de Valencia anunció la idea de trasladar el sarcófago de Benlliure del San Pío V a una sala, que debería ser acomodada, del cementerio general. Para poder trasladar los restos de Blasco Ibáñez al sarcófago el Consistorio debe contar con permiso de la familia del escritor. Por ahora el sarcófago aún se puede contemplar en el museo valenciano y la tumba de Blasco Ibáñez sigue siendo un nicho común.
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