![Víctor Hernández y Raquel Ballester resisten la pandemia con su negocio en El Carmen.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202102/04/media/cortadas/IMG_6324-kmAC-U130431159512CyB-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Llevan ya tres años en la calle Roteros, donde un llamativo arco de flores anuncia la entrada de Al Vent, la joyería donde Raquel Ballester y Víctor Hernández. Es su segunda apertura en Ciutat Vella, ya que la pareja de valencianos cuenta, ... a sus 29 y 32 años respectivamente, con otro local en la calle Calatrava, junto a otro en Madrid. Han comprobado que apostar por el cliente valenciano y un «trato muy personal» ha sido su salvavidas al llegar la pandemia: «Si no fuera por el público local y por cómo lo hemos cuidado, no estaríamos aquí», confiesa Raquel. Para ellos, el coronavirus ha evidenciado el importante peso del turismo en el barrio: «Ha bajado una barbaridad, el 70% de nuestros clientes eran turistas. Ahora sobrevivimos», destaca la propietaria. «Hemos tenido que cambiar el target las campañas de marketing y publicidad, hemos pasado de nivel mundial a nacional. Gracias a eso no ha sido tan catastrófico», especifica Víctor. Aún así, comentan que el bajón en los ingresos es notable y por eso creen que su fórmula para «sobrevivir» a la crisis son la «resiliencia y la reinterpretación».
«La gente en el barrio no salió como si nada después del confinamiento, se notaba que había miedo para retomar la 'normalidad' y la actividad tardó en retomarse», detalla Víctor. No pasó lo mismo en Madrid. Ambos coinciden que hay una «diferencia notable» entre la clientela de la capital y la valenciana: «Tienen otra mentalidad, se volvió pronto a la normalidad a nivel comercial. Aquí se palpa que la gente tiene mucho más miedo», añade el responsable. «Llama la atención que aún siendo el mismo país haya tanta diferencia en la actitud de consumo. El Carmen sigue sin recuperar su ritmo del día a día», concluye la empresaria.
También residen en la zona y están al tanto de cómo poco a poco la pandemia pasa factura y cierran permanentemente los comercios a su alrededor: «Aunque esté todo parado hay que seguir pagando alquileres, y por eso gente que lleva aquí años como La flama, que son identidad del barrio, han tenido que cerrar», lamenta Raquel. Cuentan cómo los elevados costes de licencia a la hostelería están afectando «mucho» a la vida del barrio: «Muchos locales ponen 'se traspasa' pero sabes que seguramente no van a poder volver a abrir», comenta Víctor. «Coger el relevo de un local cuesta muchísimo, así que al final la gente pasa y así no se fomenta la regeneración del barrio -concreta-. No ayuda a la economía, ni a emprender. No reactiva», concluye el propietario. Ponen el foco en la problemática de los edificios protegidos y lamentan que el Ayuntamiento «no los mantiene» ni deja que el resto lo haga: «Aunque seas propietario no puedes hacer nada sin permiso», resume Víctor. Un traba más a la hora de abrir un negocio y un bloqueo a la aparición de espacios distintos en la zona: «Nosotros queríamos darle un toque diferente al local pero no nos dejan tocar nada de la fachada, tuvimos que inventarnos el arco de flores y nos toca desmontarlo cada noche», explica Raquel. Para la pareja esto resta atractivo al barrio: «El Carmen podría ser aún más llamativo y atraería más gente, como ocurre en otras zonas que están más de moda gracias a la presencia de locales alternativos», añade la empresaria.
Para la pareja, la habitabilidad de El Carmen tampoco mejora al caer la noche, a pesar de que las restricciones hayan recortado el horario del ocio nocturno. La razón es mucho más práctica que eso: no hay luz. «La falta de iluminación en algunas calles del barrio da miedo cuando sales tarde. Hay algunas por las que directamente no te metes, y en esta mismo también pasa, la única luz que queda a última hora es la de nuestro local», argumenta Raquel. Además, la sensación de vacío aumenta con la 'fuga' de turistas que está viviendo el barrio y los pisos turísticos que quedan sin uso. «En el Carmen nos hemos quedado los residentes fijos, se han ido los turistas de larga estancia», expone Víctor. Esos que venían para pasar más de dos o tres meses o incluso un año en la ciudad, y que hacían que las ventas aumentaran notablemente. «La gente en vacaciones siempre gasta más y ahora es como un invierno permanente. Lo estamos notando mucho», asegura el propietario.
Quienes pasan el día a día entre las calles del barrio, como Víctor Hernández y Raquel Ballester , explican los matices de una nueva realidad marcada por la pandemia. Lee en LAS PROVINCIAS qué sucede en el barrio de El Carmen a través de sus testimonios.
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