La tribuna de Opinión de LAS PROVINCIAS se abre los lunes a firmas ilustres de otros medios de comunicación, que aportan su particular visión sobre ... el futuro de la Comunitat Valenciana. Este periódico refuerza así su apuesta por la pluralidad sin perder nunca de vista sus señas de identidad.
Me piden los compañeros de LAS PROVINCIAS una reflexión sobre el futuro de la Comunitat Valenciana en los próximos años, cuáles pueden ser los retos más acuciantes que tendremos que afrontar o qué pasos habría que dar para alcanzar esos objetivos.
Parece evidente que aventurar cómo puede ser ese futuro en la Comunitat, o en cualquier otra región de España, o de Europa, no deja de ser un tanto osado con la que está cayendo y con la que ha caído en los últimos meses, con una colección de situaciones inimaginables hace poco, propias de series televisivas distópicas o postapocalípticas (pandemia mundial, crisis de materiales, de distribución, de energía, una inflación desbocada, una guerra en Europa con final más que incierto...). Si además ese ejercicio profético te lleva a una conclusión más o menos optimista, lo más normal es que la mayoría de la gente se cuestione, con cierta lógica, en qué mundo vives.
Me explico. No digo que la situación sea fácil o cómoda. Pero siendo igual de mala en todos sitios, la Comunitat Valenciana presenta algunas características propias que permiten esperar que el futuro no tenga que ser necesariamente tan dramático como invita a pensar el actual contexto internacional.
Este moderado optimismo necesita que se resuelvan males históricos, como una financiación autonómica injusta
Sin entrar en grandes enumeraciones ni profundos análisis, y solo por citar algunas de esas características diferenciadoras, la primera que se me viene a la cabeza es que la Comunitat disfruta de una ubicación geográfica estratégica y envidiable. Una condición convenientemente aprovechada por un puerto (un eje económico de primer nivel indiscutible, polémicas ampliaciones al margen), un Corredor Mediterráneo que en algún momento se concluirá y que además propicia la cercanía a otras zonas tradicionalmente industrializadas como Cataluña. La simple conjunción de estos tres elementos (evidentemente junto a otros factores como las facilidades para encontrar suelo industrial), trae consigo positivas consecuencias como la implantación de la gigafactoria de baterías de Volkswagen en Sagunto, sobre la que todos los analistas económicos vaticinan que tendrá un impacto similar al que en su día tuvo la fábrica de Ford en Almussafes, con lo que eso implica de creación de empleo directo e indirecto y de impulso para las industrias auxiliares (3.000 empleos directos y unos 12.000 inducidos, que no son pocos y que además en muchos casos requerirán una alta cualificación). Este único punto ya puede convertirse en un magnífico motor de arrastre para impulsar el desarrollo y la innovación tecnológica de numerosas empresas del sector.
Por otro lado, la Comunitat cuenta con un tejido empresarial dinámico, con una mayor tradición de apertura externa que en otras zonas de España y firmemente convencido de los pasos que debe dar para ser competitivos en un mercado global (digitalización, productividad, etc); y existe también un clima social razonablemente estable, algo que siempre es conveniente para atraer nuevas inversiones o desarrollar proyectos ambiciosos.
Sin olvidar un sector económico básico para esta Comunitat como el turismo, con una oferta cultural y gastronómica de primer nivel que, si bien ya tiene más que explotado lo que se refiere el producto de sol y playa, creo que aún tiene margen de recorrido para sacar más partido a toda su riqueza interior.
Dinamismos ya existentes que deben verse necesariamente impulsados por los fondos Next Generation, siempre que se sepan aprovechar convenientemente, claro.
Cuenta además con universidades de prestigio y una red de institutos tecnológicos absolutamente volcados en monetizar la transferencia tecnológica, algo que propicia que en esta comunitat haya empresas verdaderamente punteras y reconocidas, no solo las de distribución en las que todos pensamos, sino también tecnológicas e industriales (ahí está por ejemplo el caso del sector cerámico).
Todo esto, me van a perdonar los que prefieran verlo más negro, me lleva a un moderado optimismo porque realmente partimos de una situación con más potencial que otras zonas de interior, que no disfrutan las mismas comunicaciones, no tienen las mismas universidades ni presentan la misma tradición hacia la internacionalización.
Es cierto que este moderado optimismo necesita que se resuelvan males históricos de esta comunitat como una financiación autonómica injusta que lastra ese desarrollo y a la que no se le ve un final feliz; o que no se ejecute el recorte del Tajo-Segura que tantos perjuicios puede causar. Y, por supuesto, que el conflicto por la invasión rusa de Ucrania no se agrave aún más con nuevas e impredecibles variables tras la petición de Suecia y Finlandia de adherirse a la OTAN.
También aquí confío en que la lógica, aunque sea la económica, se acabe imponiendo.
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